Cortázar: Aullar de dolor en silencio
ILIANA RESTREPO HERNÁNDEZ ESPECIAL PARA DOMINICAL | Publicado el 30 de junio de 2013 - 4:46 pm.
Aleuyar a la Rayuela[1]
Homenaje a Julio Cortázar:
Razatrocoiluj, Raza troco i luj
Azar Corta lío ju Corta azar en JulioJulio Corta al Rayuela es una novela con
la que Julio corta al azar Julio el zar del azar. Azar, juego Olí al azar Ju.
Corta julio, azar Julio, azar corta Azar corta
lio ju Lujolizarroca ortulio Jurza Lió al azar coro Coro jutar Cortulio
Raza.
Me llaman la Maga. Me llamo Lucía. Viví muchos años en París,
pero soy de Montevideo. En París quedaste y allí dejé mi vida.
Estoy triste, muy triste, no logro superar tu pérdida,
mi bebé Rocamadour, pequeñito, indefenso; en París simplemente te enfermaste y te
moriste. Horacio no me dijo nada y estoy segura de que él se había dado cuenta
antes que yo de que tú, mi bebé, habías muerto. Estabas enfermo, pero no como para
morirte, cómo me iba a imaginar yo que un angelito como tú se podía morir. Pero
ahora que lo pienso, no sólo Horacio sabía que te habías muerto. Creo que todos
los que estaban esa noche en el apartamento sabían antes que yo que te habías
muerto.
¿Por qué no me decían nada? ¿Por qué todos hablaban
como si nada estuviera pasando? Y yo,
ingenua, pidiéndoles que se callaran, que no prendieran la luz que iban a
despertarte, ¡que tonta, que tonta! y me dicen la maga, ¡Ja! una maga sin
magia. No me di cuenta, no percibí las miradas que se daban entre ellos. Pero
hoy, que estoy recordando, veo las caras que ponían Horacio y Etienne y hasta
Ronald y Babs. ¿Cómo es que Babs siendo
mujer, no me lo dijo? Tal vez hubiéramos podido hacer algo, algo… algo como
salvarte, evitar que murieras, llevarte a un hospital, no sé, algo…
Desde que moriste Rocamadour, no tengo paz, siempre
estoy contigo y abrazada a ti. Me pregunto una y mil veces si sentiste algo, si
yo hubiera podido evitar que te murieras, si hubiera podido cuidarte mejor, si tú,
mi bebé Rocamadour, estuvieras hoy conmigo si hubiera sido una mejor madre.
Mi dientecito de ajo, mi nariz de azúcar, arbolito,
caballito de juguete, mi nené. No te puedo volver a ver, ya no te podré explicar
lo que es el tiempo, eso de lo que te hablaba, ese bicho que anda y anda. Pero
tú ese bichito ya nunca lo necesitarás, ya no tendré que leerte por las noches.
Y ahora casi todos los días lloro, y es incómodo llorar porque ahora, como
siempre que he llorado veo todo como blandito, todo derritiéndose ¿te acuerdas?
Yo te contaba todas esas cosas en París.
Ahora ya no tendré que contarte quien era Horacio ni
por qué Horacio no te quería, ni tendré que decirte que en el Club de la Serpiente
yo me la pasaba muy bien. Que era irresponsable pero feliz, que cuando conocí a
Horacio solo queríamos hacer el amor, que íbamos de hotel en hotel buscando el
mejor sitio para abrazarnos y hacer el amor horas enteras hasta que nos doliera
todo, hasta que todo ardiera.
Y ¿sabes Rocamadour? Hasta me inventé un lenguaje
nuevo para amarnos, nos amábamos en gíglico,
ese fue el nombre que le pusimos: gíglico,
y podíamos nombrar lo innombrable con el gíglico.
Yo podía pedirle que me amalara el noema, confesarle que cuando lo hacía,
se me agolpaba el clémiso y entonces
sí, en ese momento, caíamos en hidromurias
y en salvajes ambonios. Me relamaba las incopelusas y se enredaba en un grimado
quejumbroso y entonces él tenía que envulsionarse
de cara al nóvalo. Y así podíamos
pasar horas y días hasta quedar tendidos como el trimalciato de ergomanina y
mi cuerpo temblaba junto a él como una luna en el agua. Eso hacíamos, eso éramos
nosotros, Rocamadour.
Quiero contarte, una y otra vez, como pasó todo
Rocamadour, aunque tengo que confesarte que a veces me estorbabas, te amaba
tanto como hoy que ya no estás y no puedes estorbarme. Cómo me gustaría que me
siguieras estorbando. Si me estorbaras sería porque estarías vivo y conmigo.
Horacio no fue a tu entierro, y eso no se lo perdono.
Nunca lo quiero volver a ver. Hoy estoy convencida de que Horacio Oliveira no
sabe amar. A él le da miedo amar. Está tan atento a lo racional que no puede amar,
el amor no se razona Rocamadour, el amor se vive, se siente.
Yo disfrutaba mucho las tertulias con los amigos de
Horacio en el Club de
la Serpiente, me encantaban sus cuestionamientos sobre la vida, sobre la
muerte, sobre el amor, el desamor, el arte, la libertad, el humor, la locura. Y aunque la
realidad nos apabullaba, puesto que las necesidades diarias estaban allí, nos
gustaba hablar de todo esto en abstracto y fumar y fumar y tomar mate y hasta
emborracharnos algunas veces. Horacio se emborrachaba más que yo. Pero no
importaba, ya me había acostumbrado a él ¿sabes? Lo quería de veras.
Hoy estoy perdida en Montevideo. No quiero encontrarme
ni que me encuentren. No quiero volver a ver a Horacio ni a Etienne, ni a
Ronald ni a Babs, ni a Ossip ni siquiera a Gregorovius, quien se portó tan bien
conmigo cuando te moriste. Me suena tan raro decir ¡te moriste! Eso no se debe
decir, porque a los muertos, después de muertos, no se les habla. Pero te
decía, acá en Montevideo he sabido que Horacio volvió a Argentina y que estuvo
buscándome, que a veces pensaba que me había lanzado al Sena como lo amenacé
tantas veces. Pero no, fíjate no fui capaz aunque sí lo pensé varias veces. El
dolor es tan fuerte que no tengo cómo llamarlo, ni cómo contarlo ni cómo
explicártelo.
No morí, pero tampoco estoy viva y me han dicho que Horacio
Oliveira está loco, loco de locura verdadera. Y así tenía que ser. La vida en
París nos hizo encontrarnos y la vida en París nos hizo perdernos. ¿Estaríamos
igual si nunca hubiéramos ido a París?
¿Qué hubiera pasado Rocamadour si nos hubiéramos quedado en Buenos Aires
y en Montevideo? ¿Estarías aquí conmigo? O nunca hubieras nacido… así como
nunca hubiera nacido mi amor por las artes, por la filosofía y por Oliveira.
Tampoco hubiera inventado el gíglico y no estaría hoy con este aleuyar permanente que me destroza las entrañas.
Te extraño y te amo Rocamadour. Te amo pero no te
extraño Horacio Oliveira.
***
Por: Iliana Restrepo Hernández
Profesional en Estudios Literarios
Iliana.restrepo@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario