Gritos de México




Llegué a México D.F. Y lo primero que me impresionó fue su gente. Veo por todas partes gente con rasgos indígenas, pero no usan sus vestimentas y seguramente tampoco mantienen sus costumbres. Viven en una ciudad enorme, congestionada, contaminada y realmente caótica, pero se saborea un encanto particular.

Hoy vive en este país un pueblo orgulloso de sus orígenes, pero que como todos los pueblos del mundo, con el proceso de la globalización han entrado en unos odiosos procesos de “blanqueamiento” que está haciendo olvidar a la juventud, sobre todo a la de las clases emergentes, ese orgullo étnico que tenían tan arraigado, del cual se enorgullecían y que los ha caracterizado por años.

Quise empezar por el principio: por su historia. Apenas tuve la oportunidad, me acerqué a una librería y le pregunté a la dependienta dónde encontrar historia de su país. Y es que para hablar de México, del maravilloso México, debemos remontarnos a su dolorosa historia. La conquista, como en todos los países latinoamericanos fue a sangre y fuego, con un implacable ataque en el cual la población indígena fue totalmente diezmada. Quería leer de la historia de México pero no en libros de historia. Esta amable chica me recomendó enseguida al uruguayo Eduardo Galeano y sus Memorias de fuego.

Quiero interpretar su belleza y su dolor, a través de los cantos de este uruguayo que nos regala imágenes narradas de lo vivido en el momento de su fundación y también de la destrucción a la que fue sometida su capital y que tanto dolor causó a sus habitantes. Comparto con ustedes algunos apartes:

Ciudad de México:La tierra prometida

Mal dormidos, desnudos, lastimados, caminaron toda la noche y día durante más de 2 siglos. Iban buscando el lugar donde la tierra se tiende entre cañas y juncias.
Varias veces se perdieron, se dispersaron y volvieron a juntarse. Fueron volteados por los vientos y se arrastraron atándose los unos a los otros, golpeándose, empujándose; cayeron de hambre y se levantaron y nuevamente cayeron y se levantaron. En la región de los volcanes, donde no crece la hierba, comieron carne de reptiles.
Traían la bandera y la capa del dios que había hablado a los sacerdotes, durante el sueño, y había prometido un reino de oro y plumas de quetzal: Sujetaréis de mar a mar a todos los pueblos y ciudades, había anunciado el dios, y no será por hechizo, sino por ánimo del corazón y valentía de los brazos.
Cuando se asomaron a la laguna luminosa, bajo el sol del mediodía, los aztecas lloraron por primera vez. Allí estaba la pequeña isla de barro: sobre el nopal, más alto que los juncos y las pajas bravas, extendía el águila sus alas.
Al verlos llegar, el águila humilló la cabeza. Estos parias, apiñados en la orilla de la laguna, mugrientos, temblorosos, eran los elegidos, los que en tiempos remotos habían nacido de las bocas de los dioses.
Huitzilopochtli les dió la bienvenida:
Éste es el lugar de nuestro descanso y nuestra grandeza —resonó la voz —. Mando que se llame Tenochtitlán la ciudad que será reina y señora de todas las demás. ¡México es aquí!

Tenochtitlán: El mundo está callado y llueve

De pronto, de golpe, acaban los gritos y los tambores. Hombres y dioses han sido derrotados. Muertos los dioses, ha muerto el tiempo. Muertos los hombre, la ciudad ha muerto. Ha muerto en su ley esta ciudad guerrera, la de los sauces blancos y los blancos juncos. Ya no vendrán a rendirle tributo, en las barcas a través de la niebla, los príncipes vencidos de todas las comarcas.
Reina un silencio que aturde. Y llueve. El cielo relampaguea y truena y durante toda la noche llueve.
Se apila el oro en grandes cestas. Oro de los escudos y de las insignias de guerra, oro de las máscaras de los dioses, colgajos de labios y de orejas, lunetas, dijes. Se pesa el oro y se cotizan los prisioneros. De un pobre es el precio, apenas, dos puñados de maíz… Los soldados arman ruedas de dados y naipes.
El fuego va quemando las plantas de los pies del emperador Cuauhtémoc, untadas de aceite, mientras el mundo está callado y llueve”. (Galeano Eduardo, Memorias de fuego I)

El arte mexicano

El arte de los pueblos dice mucho de cómo son y quiénes son sus habitantes. Visité múltiples lugares y me enamoré de los murales de Diego Rivera. México es un país extraordinario. Un país que ha producido artistas de la talla de Rufino Tamayo, de Frida Khalo y de Diego Rivera entre muchos otros.

Este mural me impresionó especialmente. Es enorme y está muy bien cuidado:

Diego Rivera, El reparto de tierras (1924)

Rivera exalta las cualidades del pueblo indígena, por oposición a conquistadores y terratenientes, contrafigura de lo que serían las genuinas virtudes mexicanas. Ni que decir tiene que en todo ello hay un punto de maniqueísmo fácilmente detectable.
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Y que decir de Frida, la sufrida esposa de Rivera, quien plasmó todo su sufrimiento en sus pinturas. Me encontré con múltiples auto retratos donde está reflejado su dolor, su enorme dolor. Postrada desde muy joven con una poliomielitis, agravada por un accidente, de juventud Frida fue presa de dolores enormes. Era una bella y dinámica mujer atrapada en un cuerpo enfermo, el cual pintó en todas sus formas.

Frida fue una mexicana que gritó su dolor pintándolo. Sus gritos todavía estremecen al mundo. Me sentí sobrecogida frente a las imágenes de esta bellísima mujer que pasó la vida postrada de dolor.

Algunos auto retratos de Frida:

Autoretratos de Frida Kahlo

"...pensaron que yo era surrealista, pero no lo fui. Nunca pinté mis sueños, sólo pinté mi propia realidad"decía Frida cuando la crítica trataba de encasillarla en este género. 

En las estanterías de la librería, me deleité comprando libros de los más importantes representantes de su literatura. México ha producido grandes escritores como Sor Juana Inés de la Cruz, Octavio Paz, Amado Nervo, Carlos Fuentes, entre muchos otros.

Y llegó la hora de la música. La música mexicana, basada en las vivencias cotidianas y amorosas: lo populares corridos y la rancheras han recorrido el mundo y han trascendido las fronteras. Son tan conocidos y populares que en muchos lugares se identifica la música mexicana como música Latinoamericana. ej. Cielito lindo... y allí estuve oyendo y entonando esta canción y muchas otras rancheras y corridos en la concurrida plaza Garibaldi. Estuve hasta la madrugada, al calor de unos buenos y traicioneros tequilas acompañados de pasa bocas adobados con mucho pero mucho picante, como es la tradición de la comida mexicana. Todo esto por supuesto, con grupos de mariachis al lado.

Y vino el bolero. Otra noche se la dediqué a este género que me fascina. Dicen que nació en Cuba, pero tiene uno de sus grandes compositores en México. El gran Agustín Lara, que más que un compositor de canciones es un gran poeta. México por otro lado tiene interpretes inigualables como Pedro Vargas, Toña la negra, el inolvidable trío Los Panchos, entre muchos otros. Fue una noche deliciosa.

Comparto esto con ustedes:

El arte de México es en general un arte que grita, un arte que nos pone en contacto con un pueblo fuerte, un pueblo orgulloso de su tradición, un pueblo que ha luchado por su identidad.

Sus artistas y en general su gente, es gente fuerte, gente que grita desde el corazón, gente que no se apabulla, gente que se esfuerza. México no ha tenido un camino fácil pero es un país con grandes fortalezas.
José Guadalupe Posada, Diálogo de Calaveras (1910)

El pueblo mexicano dialoga con sus muertos, rinde culto a la muerte y hace del 2 de Noviembre una fiesta nacional de la mayor importancia. No le teme a la muerte, habla con ella,se divierte con ella y la trata como a una amiga conocida.

México es un pueblo que siempre está gritando, esperamos que su voz no se opaque: grita de dolor, grita de orgullo, grita de angustia y grita para decir con toda la fuerza:

¡AQUÍ ESTAMOS!

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